¿Dónde están los pedazos de los ladridos?
¿Dónde quedaron los tumores, esos trocitos en el ojito que se nos levantaban, esas costras rojas que sacábamos de nuestro cuerpo para volver a sangrar?
Me desvisto de forma paciente... el frío no es capaz de congelar el cuerpo ni el corazón. Palabras falsas que han sonado una y otra vez como ecos en los recuerdos que tampoco son capaces de levantar mi piel. No hay nada en su interior, no hay que tomarles el peso y dejarlos volar...
¿Así de fácil? Sí, así lo es.
Como cuando tomábamos trozos de pasto y los lanzábamos al aire... al felicidad más bella que toda aquella?
Y ahora... estoy sembrando el pastito, regándolo todos los días... el invierno es largo (rico para tomar sopita de espárragos, para apapacharse con quien uno quiere, para ver películas fomes y descansar en sesiones inmensas de besos) pero no tan cruel como para que dejar que ningún árbol de sus frutos.

A propósito.
Ya comenzó a florecer, de rojo.